Mi meta en mi trabajo es entregar una buena traducción.
Para conseguir este objetivo considero que es muy importante plantearse un proceso de traducción que debe cumplir las siguientes pautas:
- Comunicación con el cliente. Es el cliente quien sabe exactamente lo que quiere. Por eso para mí es esencial aclarar con él todos los detalles y adaptar así la traducción a sus indicaciones.
- Lectura del texto original e investigación. Solo al leer el documento puedo saber de qué trata, en qué contexto se ubica y cuál va a ser su uso final. Esto me permite decidir el tipo de lenguaje más adecuado y detectar las dudas terminológicas que resolveré antes de empezar a traducir.
- Traducción con rigor. Es el momento de plasmar con rigurosidad el contenido sin que se perciba que se trata de una traducción teniendo en cuenta también la intención comunicativa del original para darle el tono adecuado. Unas instrucciones técnicas requieren una redacción clara y concisa. Un anuncio publicitario dará énfasis a la creatividad.
- Tiempo de desconexión. Una vez terminada la traducción «la dejo descansar» para distanciarme y releerla más adelante con objetividad.
- Revisión meticulosa. Ahora ya puedo leer de nuevo la traducción para comprobar de forma exhaustiva que no ha quedado nada sin traducir, que no existen errores en la terminología y que no hay faltas de ortografía ni fallos gramaticales, tipográficos ni de ningún otro tipo.
- Lectura definitiva. Antes de entregar la traducción verifico además que el texto final es comprensible, coherente y homogéneo, que se mantiene fiel al original y que cumple las especificaciones del cliente.
Ahora la traducción ya está lista para entregarla, siempre cumpliendo estrictamente con el plazo de entrega acordado con el cliente y garantizando una confidencialidad absoluta.