Barbara Yelin y su Irmina

El fin de semana del 5, 6 y 7 de abril se ha celebrado el Salón del Cómic de Barcelona. Entre los autores internacionales este año hemos tenido a la alemana Barbara Yelin. ¡Qué emoción! Ha venido a presentar Irmina, publicado en 2014 en alemán y editado ahora en castellano por Astiberri Ediciones.

No me lo podía perder. Sus pinceladas precisas pero al mismo tiempo delicadas me enamoraron hace ya algunos años. Tiene una capacidad inmensa para transmitir las más íntimas emociones con trazos sencillos y volátiles. Su paleta de colores me hipnotiza y su forma de aplicar la acuarela hace que el dibujo sea delicado y vaporoso. Una auténtica preciosidad.

Así que, acompañada de mi queridísima Marta, nos plantamos frente al stand en el que se encontraba Barbara firmando libros. Me presenté, intercambié unas palabras con ella y cuando vi que se disponía a dibujar a la protagonista de la novela como dedicatoria, apenas me atreví a hablar. Dudaba si debía o no. No quería distraerla. Le dije, eso sí, que me parecía increíble que le hiciera un dibujo a cada persona y me comentó que al principio se ponía nerviosa y le resultaba muy estresante pero que ahora lo disfruta.

Fue muy amable y accedió a hacerse una fotografía conmigo.  ¡Y con mi bretzel!

Das Bretzel ist sehr wichtig für mich (El bretzel es muy importante para mí), dije cuando le comenté que tenía un blog que se llamaba «bretzelblog».

Für mich auch (Para mí también), me contestó dejándome fuera de juego.

Y qué cara puso cuando le pregunté si no le importaba que también apareciera el bretzel en la foto. Comprensible. Me miró y se hizo un silencio…

Ist’s für dein Blog? (¿Es para tu blog?)

Ja ().

OK.

Y ahí estamos todos. «¡Qué friki!», debió pensar ella. Y quizás tenga razón. Aunque yo nunca me había visto así. Inolvidable.

Como inolvidable es también Irmina, una novela gráfica conmovedora cuya protagonista vive una época dura y difícil: el auge del régimen nazi. Inspirándose en cartas y notas del diario de su abuela, Barbara Yelin cuenta la historia apasionante y emotiva de una joven llena de entusiasmo que se va a Londres a formarse para conseguir ser independiente y tomar las riendas de su vida. Sin embargo, se ve obligada a regresar a Alemania en pleno apogeo del nacionalsocialismo y acabará resignándose mirando hacia otro lado con tristeza.

Irmina es un personaje muy realista y humano que tiene sus debilidades y contradicciones. Una joven fuerte y valiente que aborrece la discriminación, años más tarde elude las situaciones injustas e incluso las justifica. Y, sin embargo, como lectores, simpatizamos con ella. Porque no hay personajes buenos y malos, hay alemanes «normales», como se llamaban a sí mismos en aquellos tiempos. Por la supervivencia, por las mejoras en la vida, por miedo o por alcanzar una libertad deseada, hacen como que no ven cuando sus vecinos judíos son deportados.

La historia se va tejiendo y entretejiendo de forma muy sutil, con respiración lenta. Como lectora, sentía un gran desasosiego entre lo que deseaba para Irmina, una amante de la libertad, y lo que al final fue su vida. Los dibujos son embriagadores. Transmiten muy bien los sentimientos de los personajes y crean una atmósfera melancólica con una gama de colores más bien oscura, empezando con unos azulados, pasando a los rojizos y marrones, para acabar con el verde turquesa.

Es muy valiente descubrir esta historia. Hacer una novela gráfica de un tema tan incómodo, para mí es un gran desafío. Yo tuve la suerte de conocer a Bernhardt. Era mi vecino en Kirchentellinsfurt, un pequeño pueblo del sur de Alemania. Un anciano entrañable, que se enamoró de mis tortillas de patata, para él «Kartoffeltorte». Con él y sus historias, aprendí mucho de los alemanes. Me contó que había estado en las dos guerras mundiales y también en un campo de concentración. Siempre me animaba a preguntarle cosas de su vida, pero luego le costaba hablar sobre algunas de ellas. Porque le dolía. Lo veía en sus ojos, en sus silencios, en su mirada perdida a través de la ventana… Con Irmina he vuelto a recordar esas tardes tan emotivas. Muchas gracias Barbara.

Comiciade y sus garabatos

Comiciade es una feria del cómic que se celebra en Aquisgrán (Aachen), una gran ciudad balneario gracias a sus manantiales de agua caliente, cuna de Ludwig Mies van der Rohe, uno de los pioneros de la arquitectura moderna.

Es una feria que se celebra cada dos años y, a pesar de que el pasado año fue solo su tercera edición, los críticos alaban su éxito vaticinando un buen enraizamiento que hará florecer, dicen, muchas otras en el futuro.  Lástima que tengamos que esperar hasta 2020 para volver a disfrutarla.

Entre los artistas invitados en el fin de semana del 14 y 15 de abril de 2018 se encontraba nuestro Rubén Pellejero, famoso por sus dibujos de Corto Maltés o Dieter Lumpen, personajes aventureros que mezclan sus andanzas con romances seductores.

A pesar de que no es el tipo de historias que me engancha, tengo que reconocer que me llaman muchísimo la atención sus paisajes, la luz intensa de sus viñetas y la combinación de grises y negros.  Y un día descubrí «En carne viva», una historia que sucede en el París bohemio de finales del siglo XIX, que me atrapó desde la primera página.  Un relato de secretos, desconfianzas, intrigas familiares, soledad, sufrimiento. Todo ello ensalzado de forma sublime por el dibujo de Pellejero dotado de una gran sensibilidad y una expresividad extrema. El protagonista, que no puede hablar, consigue transmitir al lector todo lo que no puede decir a través de la mirada y la postura corporal. Me fascinan los primeros planos repetidos en una misma página, con ligeros cambios en las expresiones de los personajes. Generan sensación de movimiento. Muy cinematográfico. Su paleta de colores y la tremenda variedad de perspectivas a las que recurre me hipnotizan sobremanera.

De los dibujantes alemanes destacaría a Micha Marx, el autoproclamado «rey del garabato». Crea personajes simpáticos y divertidos. Algunos con la única pretensión de hacer reír, o al menos sonreír, y lo consigue. Otros, con una ironía mordaz no siempre bien acogida por todos. Sus trazos irregulares me despiertan ternura. Quizás porque parecen pintados por un niño. El propio autor es todo un personaje. Basta con echar un vistazo a su página web. Escrita en tercera persona, en la sección Shop se burla de sí mismo diciendo que, «a pesar de su nombre, Micha Marx es, desgraciadamente, un cerdo capitalista». Y todo porque, además de sus libros, también vende bolsas con  dibujos serigrafiados a mano. Pero aún va más allá. Como las bolsas son de algodón 100 %  biológico, se autodenomina «cerdo ecocapitalista». Es una especie de dibujante-showman.

Mi dibujo preferido es el de «Liselotte», el de la fotografía que acompaña este texto. Según las palabras de su autor, Liselotte es una bolsa ideal para los amantes del vinilo y las espirales de regaliz. Sí, este es el universo de Marx. Aunque tampoco es el tipo de cómic que me produce una especial atracción, siento una incontrolable debilidad por sus caricaturas, muchas de ellas de la vida suaba. Probablemente porque viví dos años en Baden-Würtemberg y disfruté empapándome de su mundo.