Comiciade es una feria del cómic que se celebra en Aquisgrán (Aachen), una gran ciudad balneario gracias a sus manantiales de agua caliente, cuna de Ludwig Mies van der Rohe, uno de los pioneros de la arquitectura moderna.
Es una feria que se celebra cada dos años y, a pesar de que el pasado año fue solo su tercera edición, los críticos alaban su éxito vaticinando un buen enraizamiento que hará florecer, dicen, muchas otras en el futuro. Lástima que tengamos que esperar hasta 2020 para volver a disfrutarla.
Entre los artistas invitados en el fin de semana del 14 y 15 de abril de 2018 se encontraba nuestro Rubén Pellejero, famoso por sus dibujos de Corto Maltés o Dieter Lumpen, personajes aventureros que mezclan sus andanzas con romances seductores.
A pesar de que no es el tipo de historias que me engancha, tengo que reconocer que me llaman muchísimo la atención sus paisajes, la luz intensa de sus viñetas y la combinación de grises y negros. Y un día descubrí «En carne viva», una historia que sucede en el París bohemio de finales del siglo XIX, que me atrapó desde la primera página. Un relato de secretos, desconfianzas, intrigas familiares, soledad, sufrimiento. Todo ello ensalzado de forma sublime por el dibujo de Pellejero dotado de una gran sensibilidad y una expresividad extrema. El protagonista, que no puede hablar, consigue transmitir al lector todo lo que no puede decir a través de la mirada y la postura corporal. Me fascinan los primeros planos repetidos en una misma página, con ligeros cambios en las expresiones de los personajes. Generan sensación de movimiento. Muy cinematográfico. Su paleta de colores y la tremenda variedad de perspectivas a las que recurre me hipnotizan sobremanera.
De los dibujantes alemanes destacaría a Micha Marx, el autoproclamado «rey del garabato». Crea personajes simpáticos y divertidos. Algunos con la única pretensión de hacer reír, o al menos sonreír, y lo consigue. Otros, con una ironía mordaz no siempre bien acogida por todos. Sus trazos irregulares me despiertan ternura. Quizás porque parecen pintados por un niño. El propio autor es todo un personaje. Basta con echar un vistazo a su página web. Escrita en tercera persona, en la sección Shop se burla de sí mismo diciendo que, «a pesar de su nombre, Micha Marx es, desgraciadamente, un cerdo capitalista». Y todo porque, además de sus libros, también vende bolsas con dibujos serigrafiados a mano. Pero aún va más allá. Como las bolsas son de algodón 100 % biológico, se autodenomina «cerdo ecocapitalista». Es una especie de dibujante-showman.
Mi dibujo preferido es el de «Liselotte», el de la fotografía que acompaña este texto. Según las palabras de su autor, Liselotte es una bolsa ideal para los amantes del vinilo y las espirales de regaliz. Sí, este es el universo de Marx. Aunque tampoco es el tipo de cómic que me produce una especial atracción, siento una incontrolable debilidad por sus caricaturas, muchas de ellas de la vida suaba. Probablemente porque viví dos años en Baden-Würtemberg y disfruté empapándome de su mundo.